Las bajas sufridas por los países que participaron en la conocida como Primera Guerra Mundial eclipsaron definitivamente a las muertes registradas en las guerras anteriores. Se estima que cerca de 8.500.000 soldados murieron como consecuencia de heridas y/o enfermedades, y la mayor cantidad de bajas -y heridas- fueron causadas por la artillería, seguidas por armas pequeñas y por el uso del gas venenoso.
Esta guerra se convirtió en una guerra cada vez más mecanizada a partir de 1914, produciendo un buen número de bajas incluso en aquellos momentos en los que no sucedía ni ocurría nada importante (por ejemplo, no se estaba produciendo alguna determinada batalla o lucha en concreto).
Como manifiestan muchos historiadores, incluso en un día aparentemente tranquilo en el Frente Occidental, muchos cientos de soldados -aliados y alemanes- perdían la vida. Y la mayor pérdida de vidas registrada en un solo día tuvo lugar el 1 de julio de 1916, durante la conocida Batalla del Somme, cuando el ejército británico sufrió 57.470 bajas.
Pero, aunque no ocurrió lo mismo con la Segunda Guerra Mundial, sí se tiene constancia de quién fue el último soldado fallecido en combate: Henry Gunther, quien fue registrado como la última muerte oficial de la Primera Guerra Mundial. Y fue uno de los 2.738 soldados que murieron en el Frente Occidental el considerado como último día de la guerra.
¿Por qué Henry Gunther fue el último soldado muerto en combate de la Primera Guerra Mundial?
Tal y como cuentan las crónicas, poco después de las 5 de la mañana del día 11 de noviembre de 1918, funcionarios británicos, franceses y alemanes se reunían el interior de un vagón de ferrocarril, situado en un bosque oscuro al norte de París. En esos momentos, firmaron un armisticio con un objetivo: poner fin a la Primera Guerra Mundial.
Mientras que los alemanes pedían detener inmediatamente las hostilidades, Ferdinand Foch, comandante aliado, dictó que la artillería finalmente se detendría a las 11 am, en parte con el fin de permitir que las noticias del alto el fuego se pudieran transmitir a las distintas líneas del frente.
Y la elección de esta hora tuvo además algo de simbólico, ya que a nadie se le escapa el simbolismo de que las armas se detendrían a la undécima hora del undécimo día del undécimo mes. Pero este simbolismo tuvo como resultado un coste terrible: la vida de casi 3.000 soldados (concretamente 2.738 personas), incluyendo el soldado estadounidense Gunther, que hasta el último minuto de la guerra, intentó valientemente restaurar su reputación.
A las afueras de Ville-devant-Chaumont se encontraba el soldado Henry Gunther, de 23 años de edad. Y como opinan muchos de sus compañeros, después de que Gunther perdiera el control se volvió hosco y retraído. Quizá por ello, con el fin de recuperar su reputación, y demostrar su patriotismo en un momento en el que los germanoamericanos eran vistos con sospecha (sí, era nieto de inmigrantes alemanes), se ofreció como voluntario para llevar a cabo algunas tareas peligrosas.
Fue así cuando fue herido por la metralla en una mano, en un momento en el que pudo haber sido enviado de vuelta a casa, pero insistió para quedarse.
Así, a las 10:44 de la mañana del 11 de noviembre, un soldado llegó al regimiento 313 con órdenes de detener la lucha en 16 minutos. Apenas dieciséis minutos. Posiblemente, este era el tiempo que -según parece- Gunther podría haber creído tener para recuperar su honor y demostrar su lealtad a los Estados Unidos.
Mientras dos escuadrones de ametralladoras alemanas contaban los minutos restantes de l guerra, vieron cómo una figura oscura se materializaba en medio de la niebla. Empezaron a sonar los disparos, pero Gunther decidió arrojarse al suelo y continuar arrastrándose por el barro.
Los soldados alemanes continuaban vigilando a Gunther, que de repente se puso de pie y cargó hacia el nido de ametralladoras con su bayoneta. Los camaradas de Gunther le gritaron que parara, al igual que los desconcertados alemanes (en un inglés mal hablado).
Pero Gunther, si escuchó las súplicas, las ignoró porque siguió corriendo. De repente, cinco disparos golpearon al soldado en la sien izquierda, muriendo al instante. Su cuerpo se derrumbó en el barro, a las 10:59 a.m.
Fue el general John Pershing, jefe de las Fuerzas Expedicionarias estadounidenses, el encargado de registrar oficialmente a Gunther como el último soldado estadounidense en morir en la Primera Guerra Mundial.
La guerra continuó horas después de la firma del armisticio
Aunque el armisticio, recién firmado, ordenaba que Alemania evacuara Francia en dos semanas, algunos comandantes estadounidenses se negaron a suspender sus ataques para liberar el territorio francés. De esta forma, se dijo a los altos mandos que continuaran con la lucha hasta las 11 de la mañana.
Desde el punto de vista estadounidense, tal y como coinciden en señalar muchos historiadores, en realidad se produjo una reacción más bien mixta. Es decir, algunos detuvieron los ataques y otros siguieron. Y muchos alemanes se sorprendieron de que los estadounidenses aún tras la firma del armisticio siguieran luchando de forma tan vigorosa.
No obstante, el número de muertes continuó aumentando días después, hasta que la noticia del armisticio llegó finalmente a los frentes de batalla más remotos.