Quien conoce la obra de Frida Kahlo sabe que, gran parte del talento que plasmó en ella, salía de su propio dolor. Apasionada como pocas, la artista mexicana ponía corazón, tripas y alma en cada una de sus creaciones. No obstante, hubo tres momentos decisivos para ella: los tres hijos que perdió a lo largo de su vida. Por tal motivo, y por la relevancia de estos hechos, hoy reparamos en Frida Kahlo y la maternidad: los abortos y el arte.
Cuando Frida Khalo y Diego Rivera se convirtieron en marido y mujer, corría el verano de 1929 y Estados Unidos era asolada por la mayor crisis de su historia. Por aquel entonces, la mexicana tenía 22 años mientras que Diego Rivera casi le duplicaba la edad, 42. Ni un año tardaron en encontrar la fortuna de la fecundación y Frida Kahlo quedó embarazada nada más comenzar 1930.
Por desgracia para la pareja, el feto no era viable y se encontraba en una posición imposible para su extracción en la época. El doloroso resultado fue un aborto terapéutico y el primer revés a la mexicana como madre, sin siquiera haber llegado a serlo.
Fatídico accidente
Y es que, uno de los problemas que tenía la artista para dar a luz, venía dado por el accidente de autobús que había sufrido en 1925. Un tranvía se llevó por delante el bus en el que viajaba, desintegrándolo por completo y dejándolo aplastado contra una pared. El parte médico no pudo ser más desolador: columna fracturada por tres partes, dos costillas rotas, clavícula fracturada y tres huesos del suelo pélvico reventados.
No quedó ahí la cosa. Su pierna derecha se hizo añicos, rompiéndose en 11 partes; su pie derecho quedó dislocado; se le salió el hombro izquierdo y una barra le atravesó la cadera izquierda, saliendo por su vagina. Tras más de 30 operaciones y años de terapia, Frida Kahlo pudo abandonar un calvario de hospitales y terapias. Eso sí, los médicos le aseguraron que le resultaría imposible tener hijos tras semejante accidente. Por desgracia, a la primera de cambio, acertaron.
Tras el varapalo del aborto, el matrimonio se trasladó a San Francisco (USA), donde Diego Rivera pintaría varios murales en el edificio de la Bolsa de la ciudad. Un edificio al que siguieron otros tantos públicos, que mantuvieron a la pareja cuatro años en la ciudad. Allí, Frida Kahlo coincidió con Leo Eloesser, una eminencia en la cirujía, y que llegaría a convertirse en gran amigo de la artista. Hasta tal punto, que Frida Kahlo le confió todos sus temas de salud. Costumbre que mantuvo hasta su fallecimiento.
Por aquel entonces, Estados Unidos estaba inmersa en plena Ley Seca, por lo que Los increíbles trucos que se empleaban durante la Ley Seca, te dejarán con la boca abierta. Aunque a la mayoría les pillaban.
Nueva York
El paso lógico del matrimonio parecía claro: Nueva York. Y así fue. Una retrospectiva de la obra de Diego Rivera, les llevó a La Gran Manzana, donde sólo estuvieron parte de 1931. Y es que, al año siguiente, el Detroit Institute of Arts reclamó al pintor para encargarle un mural. Allí, Frida Kahlo volvió a quedarse embarazada, y el Doctor Eloesser le recomendó un ginecólogo conocido suyo, quien convenció a Frida de llevar su embarazo a término.
¿El problema? los riesgos que ello conllevaría para ella y para el feto. A pesar de las complicaciones, la mexicana estaba radiante ante la idea de una pronta maternidad. No pudo ser. Un abordo espontáneo, el Día de la indepencia americana (4 de julio) de 1932, un aborto espontáneo la dejó sin bebé por segunda vez en dos años. Para rematar, ese verano en septiembre, fallecería su madre durante una operación de vesícula viliar.
Tras varios meses a disgusto en Nueva York, Frida Kahlo quería volver a México y así lo hicieron. Fue en diciembre de 1933, y tras superar varias etapas de broncas diarias e innecesarias.
Por fin, México
A su llegada a México, en busca de tranquilidad, relajación y el tan ansiado bebé, se instalaron en San Ángel. La zona no era, ni mucho menos, una de las más populares de Ciudad de México. Es más, este suburbio era altamente peligroso cuando caía el sol. A Frida le dio igual. Recuperó su musa, volvió a pintar y recuperó el tiempo perdido en USA, dando inicio a una de sus épocas más prolíficas.
Pero de nuevo, llegó 1934, y con él la maldición de los años pares de Frida Kahlo. De nuevo quedó embarazada de Diego Ribera y de nuevo la gestación se complicó sobremanera. No quedó más remedio que practicarle un tercer aborto que la dejó postrada durante días en la cama del hospital. Lo peor de todo es que pocos meses después, tuvo complicaciones en su pie derecho y los médicos le amputaron cuatro dedos del mismo. Un año para olvidar, sin duda.
Ante tal serie de catastróficas desdichas y conociendo el carácter directo y claro de Frida Kahlo, a nadie le extrañaron sus palabras. «La pintura ha llenado mi vida. He perdido tres hijos y otra serie de cosas que hubiesen podido llenar mi horrible vida. La pintura ha sustituido todo. Creo que no hay nada mejor que el trabajo«. Meridiano.
Los tres abortos sufridos en cinco años, le hicieron desistir de su deseo maternal y centrarse en la pintura. Estas crudas vivencias, esta experiencia en primera persona y este continuo sufrimiento, convirtió a Frida Kahlo en la artista que conocemos y admiramos. Más de 200 obras, en su gran mayoría autorretratos. Y en su gran mayoría, fiel reflejo de su vida poco convencional y su propio padecimiento.
El colofón a su dolorosa vida lo dejó reflejado en la última frase que anotó en su diario: «Espero alegre la salida y espero no volver jamás«. Toda una declaración de intenciones para quien la vida fue todo lo contrario a un camino de rosas.
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