La Orden de los Pobres Compañeros de Cristo y del Templo de Salomón (Pauperes Commilitones Christi Templique Salomonici, en su traducción al latín), también llamada como la Orden del Temple, fue fundada por Hugo de Payens y por otros caballeros después de la Primera Cruzada con el fin de proteger a los peregrinos cristianos que viajaban hasta Tierra Santa. Así, sus miembros hicieron juramentos de pobreza y castidad, y su signo distintivo más popular fue una cruz roja dibujada sobre un manto blanco. Rápidamente comenzaron a ganar reclutas, convirtiéndose en la principal orden militar de la cristiandad medieval…
Pero aunque sus miembros juraron pobreza y castidad, precisamente muy pobres no eran. Adquirieron una gran cantidad de tierras en Francia, Inglaterra y España. Y, además, su eficiente red militar les brindó la posibilidad de mover lingotes de oro de forma segura. En definitiva, se hicieron ricos y poderosos, llegando a convertirse incluso en banqueros de los principales reyes europeos.
Sin embargo, a finales del siglo XIII, cuando los musulmanes habían recuperado Tierra Santa, en realidad se eliminó la razón original por la que los templarios continuaban existiendo.
Felipe IV de Francia, que por aquel entonces tenía poco dinero, vio la oportunidad de aprovecharse y hacer algo. Además, es muy probable que también pudo haberse sentido incómodo con el tremendo poder que habían conseguido los templarios. Así, el 13 de octubre de 1307 mandó arrestar a todos los templarios en Francia, con el fin de entregarlos a la Inquisición, y que ésta los interrogada (además de confiscar todos los bienes de la Orden en este país).
Debemos recordar que entre los siglos XII y XIII, varios grupos de “herejes”, entre los que se encontraban los cátaros y los valdenses, habían sido acusados de adorar al diablo, y se habían obtenido diferentes confesiones bajo tortura de reuniones nocturnas secretas en las que se celebraban orgías sexuales indiscriminadas en honor de Satanás, la renuncia de Cristo y la profanación de la Cruz. En este sentido, se hizo un patrón similar, con acusaciones similares contra los Templarios.
Según las acusaciones, supuestamente adoraban al Diablo, negaban a Dios, a Cristo y a la Virgen maría, y además, tenían por costumbre escupir u orinar en la cruz.
Como consecuencia, los templarios arrestados fueron torturados y presionados, y se les lavó el cerebro hasta el punto que muchos acabaron por confesar todas estas abominaciones. Por ejemplo, muchos se presentaban a sus inquisidores como víctimas inocentes de un sistema que no podían controlar: muchos dijeron que, aunque se les prohibía estrictamente las relaciones con mujeres, se habían visto obligados a someterse a los abrazos homosexuales, y también tanto a negar a Cristo como a escupir en la cruz.
Algunas de estas confesiones, de hecho, hablaban de la adoración a una cabeza curiosa, en ocasiones conocida con el nombre de Baphomet, el cual fue descrito como una figura tallada en madera o pintada sobre una viga, barbudo, y cubierto con pan de plata o de oro.
En realidad no existe ninguna razón sensata para creer en la realidad de estas confesiones, en especial cuando fueron obtenidas mediante torturas. De hecho, fueron diseñadas a medida, claramente con el fin de provocar la conmoción y el asco en toda Europa.
Así, muchos de los caballeros negaron sus confesiones. Pero en mayo de 1310 cincuenta y cuatro templarios fueron quemados vivos en la hoguera, en un campo situado a las afueras de París. Poco después, Felipe IV presionó al Papa, Clemente V, a que cerrara la Orden en el año 1312. Y, efectivamente, dos años más tarde, el 18 de marzo de 1314, el Gran maestre, Jacques de Molay, fue quemado vivo en París.
La muerte de Jacques de Molay, último Gran maestre
Jacques de Molay (nacido en Borgoña entre 1240 y 1244), fue un noble francés, considerado como el último Gran maestre de la Orden del Temple, cargo que le fue otorgado en el año 1293, después de la muerte de Thibaud Gaudin el 16 de abril de 1292.
Poco después, en el año 1307, el papa Clemente V, el rey de Francia, Felipe IV, y Beltrán de Goth, ordenaron la detención de Jacques de Molay (así como la de los demás caballeros).
Bajo tortura, el propio Molay declaró y reconoció los cargos que le habían sido impuestos: sacrilegio contra la Cruz, herejía, simonía e idolatría tanto hacia Lucifer como hacia Baphomet. Con posterioridad se retractó, y por ello fue quemado vivo en una hoguera situada frente a la Catedral de Notre Dam el 18 de marzo de 1314.
Se cuenta que, en los momentos anteriores a morir, volvió a retractarse, esta vez en forma pública. Proclamó la inocencia de la Orden, y de acuerdo a la leyenda, llegó a maldecir a los culpables de la conspiración.
Lo cierto es que, en el plazo de apenas 12 meses, esta supuesta maldición se cumplió: el 20 de abril de 1314 fallecía Clemente V; el 29 de noviembre de 1314 fallecía Felipe IX a causa de un accidente durante una partida de caza; y ese mismo año moría envenenado Guillermo de Nogaret, jurista y consejero real francés.