Al evocar a Roma en nuestras mentes suelen aparecer instantáneamente conceptos como democracia, civilización, esplendor, imperio. Sin duda, la romana fue una sociedad que implicó todas esas cosas, y muchas más, pero incluso hablando de su maravillosa cultura, pocas veces no detenemos a reflexionar realmente sobre la crudeza de sus espectáculos.
Tanto se habla de los sacrificios mesoaméricanos, de la rudeza espartana, o de los diabólicos mongoles, y no siempre se recuerdan los horrores que deliberadamente se llevaban a cabo sólo para divertir al pueblo romano. Quizá este sea el motivo que convierte a los espectáculos romanos en una de las actividades más sangrientas y horribles de la historia.
En líneas generales, se contaban tres categorías de espectáculos.
1) Las carreras de caballos se celebraban en el Circus Maximus, ampliado continuamente desde Julio César y con una capacidad de… ¡260.000 espectadores!. Desde los Flavios se disputaban 100 carreras en un mismo día: tanto caballos como aurigas eran objeto de una inmensa popularidad, por no decir idolatría: se cruzaban apuestas entre las cuatro facciones de espectadores en que estaba dividido el público, cada una con un color: azul, blanco, rojo y verde. Muy similar a nuestros actuales hipódromos.
Tenemos noticias de los éxitos de muchos aurigas, famosos por su audacia, que murieron muy jóvenes. Diocles era una excepción: auriga de la facción roja, sobrevivió a más de 3.000 victorias, a 1.462 en cuádriga, y se retiró en el año 105, después de amasar una fortuna.
2) La capacidad de los teatros no permitía albergar multitudes tan numerosas. Sin embargo, sus espectáculos, que tenían algo de nuestras óperas y ballets, atraían a los aficionados y no tanto al público popular. En ellos se destacaban los pantomimas, actores que mezclaban a la vez el canto y la danza, y el puro y simple mimo.
El repertorio de los teatros no se mantuvo siempre en lo clásico, sino que fue mutando, cuando no degradándose cuando algunos emperadores decadentes autorizaron suplicios y torturas auténticos, inflingidos a condenados a muerte, como se vió en épocas de Nerón, Domiciano, y otros déspotas.
3) El aliciente de la sangre hacia que la gente acudiera a presenciar los combates del anfiteatro. Eran los numera, en su origen, ofrecidos en los funerales de un gran personaje, pero un espectáculo destinado a la simple diversión a partir del año 105 a.C. El anfiteatro había sido contruido durante el gobierno de César. Se transformó en el mayor monumento de la ciudad con el Coliseo ampliado por los Flavios para 50.000 espectadores.
Algunos espectáculos se parecían a las actuales y salvajes corridas de toros, pero en ellas se mataba una enorme cantidad de animales: el día de la inauguración del Coliseo fueron sacrificadas 5.000. Las «exigencias» del anfiteatro hicieron que se extinguieran las especies animales más feroces de todos los territorios unidos al Imperio.
Las hoplomaquias tampoco merecían el nombre de «deporte», pues se trataba de monstruosos combates de gladiadores profesionales. Reclutados entre condenados y prisioneros de guerra, y en alguna época entre los esclavos de un amo traficante de humanos, contaba también con algunos hombres libres, en sentido jurídico, a quienes la miseria o la desgracias habían empujado a aceptar tan triste profesión.
Sometidos a disciplina y entrenamiento riguroso, se convertían en homicidas de oficio, y en caso de victorias repetidas los esperaba una gran popularidad. A menudo se daba el caso del gladiador «habituado», que después de haber renunciado a su contrato , volvía a la arena, sintiéndose incapaz de llevar otroestilo de vida.
También se ofrecía a los ojos de aquella masa envilecida el intermedio de los condenados arrojados a las fieras, en la arena, desarmados, donde eran muertos y despedazados, no necesariamente en ese órden.
Los espectáculos del anfiteatro unían en un mismo nivel de bajeza a los gladiadores y al público que los contemplaba. Algunos emperadores lo sabían, e intentaron detener las matanzas, o al menos apartar de ellas a la masa, mediante juegos al estilo griego, pruebas atléticas, concursos de canto y de poesía, pero tuvieron poco éxito.
Fuentes:
- Meuleau, M.: El Mundo Antiguo II, El Mundo y su Historia, Editorial Argos, Barcelona, 1968.
- Gibbon, E.: The history of the decline and fall of the Roman Empire, Volume 2, J. & J. Harper, 1831
Imágenes: Wikipedia