El reparto colonial de África por las potencias europeas fue el producto del imperialismo generado tras la revolución industrial a fines del siglo XVIII. El reparto y apropiación de las tierras africanas se hizo, al principio en desorden, y luego, al finalizar el siglo XIX, arbitrariamente.
Cuando se presta un poco de atención al mapa político de África no es difícil sentir que hay algo extraño, algo demasiado ordenado, en la disposición limítrofe de los países.
Los límites determinan regiones de tamaños aproximadamente similares, y de formas también parecidas. La razón de esto, no es una casualidad, o algún acuerdo romántico entre las naciones que hoy componen el continente.
El mapa político de África, como tantos otros del mundo, es el producto de la colonización europea. Pero en el caso africano, el reparto colonial se hizo sin considerar ningún tipo de factores culturales, sociales, o económicos de la región.
África se dividió geográficamente: se repartió como si los colonizadores europeos estuvieran cortando una torta.
Exploración
En los últimos años del siglo XVII hasta 1880, aproximadamente, tuvo lugar un gran número de exploraciones, promovidas, por un lado, por iniciativas individuales basadas en la curiosidad científica, por la preocupación de hacer un metódico inventario del planeta, por el gusto romántico por la aventura o la vocación misionera.
Por otro lado, las exploraciones se llevaron a cabo debido a la acción de las sociedades integradas por pocos pero selectos miembros, como la African Association, la Real Sociedad Geográfica de Londres, o la de París.
Representación de la construcción de una gran canoa durante la expedición de Stanley
La exploración siguió siendo durante mucho tiempo patrimonio de las viejas naciones coloniales.
Portugal tomó la iniciativa en el África austral y central, cuando la instalación de los ingleses en El Cabo (1795) le hizo temer una intrusión en sus posesiones litorales de Angola y Mozambique. Al mismo tiempo comenzó la exploración de la cuenca de río Níger y de la región central de Sudán.
Las expediciones alemanas vinieron a continuar, en la segunda mitad del siglo, las exploraciones británicas. Reconocieron la región comprendida entre el Níger y el Chad. Más tarde, entre 1860 1875 otros viajes se orientaron más hacia el Sahara y el Sudán oriental.
Poco antes de 1850, el doctor Krapf exploró la región de los montes Kilimanjaro y Kenia, y se multiplicaron varios viajes ingleses para explorar la zona de los grandes lagos, y el origen del río Nilo.
Más hacia el sur, Livingstone atravesó el África austral, y exploró largamente la región antes de morir. Su viajes comenzaron a interesar al gran público europeo.
Un periódico contrató al periodista Stanley para buscar a Livingstone, a quien finalmente halló, no sin antes confirmar que el Nilo se originaba en lo que ellos llamaron el lago Victoria. Además, siguió explorando la región del Congo.
Ocupación
Pero una vez que se hubo saciando la curiosidad europea respecto a la geografía de África, comenzaron los primeros intentos políticos por colonizar la nueva tierra explorada.
En 1877, Stanley se puso al servicio del rey Leopoldo II de Bélgica, y con el tiempo formaron la idea de un estado africano en la cuenca del Congo, del cual Leopoldo sería soberano.
Esta iniciativa suscitó la desconfianza de Inglaterra, y todavía más de Francia, que acababa de encomendar la exploración del valle de Ogoué, tras su larga presencia en las costas de Senegal y Gabón.
Así se pasó, sin transición, de la era de los viajes a la de las rivalidades territoriales entre las potencias europeas.
En la década de 1860, la ocupación del interior dio sus primeros pasos en el oeste del África negra.
Representación del Rey Leopoldo devorando el Congo (crédito: Linley Sambourne)
Los ingleses habían creado desde comienzos de siglo dos colonias oficiales: Sierra Leona en 1808, y Gambia, en 1816. Pero en torno a la tercera, Costa de Oro, la colonización comenzó a expandirse lentamente.
Los colonizadores comenzaron a intervenir en los asuntos internos de las confederaciones tribales africanas, anexando regiones y pueblos.
Además, los comerciantes ingleses comenzaron a sustituir a los locales de la organizar a su conveniencia el circuito de los productos.
En África central, la situación fue haciéndose cada vez más tensa. Leopoldo II mantenía sus ambiciones colonialistas, y Francia impuso su protectorado al mismo tiempo al rey de Túnez y a Makomo, rey de los batekes.
Mientras, Inglaterra intervenía en Egipto, y Alemania en el África tropical, ecuatorial y Austral.
Reparto
Esta situación provocó la necesidad de los imperialistas europeos de llegar a acuerdos para evitar una guerra por las nuevas tierras que se apropiaron.
En 1885, se convocó en Berlín una conferencia internacional que logró diferir los conflictos entre las diversas potencias, aunque imponiendo el arbitraje alemán (y la conducción de Bismark), tanto en las colonias como en Europa.
La costa mediterránea africana quedó en manos de Francia y el Reino Unido. La costa oriental se dividió entre los alemanes al sur y los británicos al norte. La costa occidental africana quedó en poder de los belgas, franceses y británicos.
Los españoles se hicieron con el Sáhara Occidental, los italianos consiguieron Somalia y los portugueses extendieron o afianzaron su control sobre Angola, Cabo Verde y Guinea-Bissau, Santo Tomé y Príncipe y Mozambique mientras los alemanes obtienen Namibia.
El reparto colonial de África antes de estallas la Gran Guerra (crédito: José Manuel Roás Triviño)
La fiebre se aplacó por algún tiempo: Gran Bretaña defendió firmemente su predominio en la región del bajo Níger, pareció abandonar el resto a la influencia francesa.
Se proclamó la libertad de comercio y de navegación en el Níger y en el Congo, y se definieron las condiciones de la efectiva ocupación de los territorios coloniales.
Si bien los europeos evitaron por algunos años (hasta 1914) entrar en una guerra, las poblaciones y culturas nativas de África fueron totalmente desestructuradas, cuando no aniquiladas, por la intervención imperialista y la intrusión de sus gobiernos y economías.