El absolutismo monárquico: funciones, características y autoridad

Podemos definir una monarquía absoluta como una forma de gobierno donde el rey tiene el poder absoluto. Es decir tiene la facultad de crear o derogar leyes, tomar todas las decisiones de gobierno e incluso actuar en calidad de juez. Hoy en SobreHistoria vamos a profundizar más en qué es El absolutismo monárquico: funciones, características y autoridad.

La monarquía de derecho divino

En el periodo histórico de la Edad Media, el poder prácticamente recaía en los señores feudales, éstos ejercían en sus feudos tanto el poder político como económico, impartían justicia y se encargaban de recaudar los impuestos, en definitiva el poder de los reyes era más débil. Los reyes dependían del apoyo táctico y económico de los señores feudales.

A finales del siglo XIV, Europa se vio asolada por una prolongada sequía, ésto a su vez propició la pérdida de las cosechas, sin cosechas llegó la hambruna, como consecuencia, el levantamientos campesinos, descontentos con sus señores. Todos estos factores debilitaron el poder de los señores feudales, circunstancia que fue aprovechada por la monarquía.

Los reyes, con unos señores feudales debilitados vieron la oportunidad de fortalecer su poder. Un fortalecimiento real que terminó en el siglo XVII, en gran parte de Europa, con la aparición de las monarquías absolutistas.

El desprestigio constante de la iglesia, sobre todo del papa como autoridad de control de la moralidad de la sociedad, propició que el poder se concentrara en una sola persona, en la figura del Rey.

Según la teoría del derecho divino, los reyes estaban legitimados para gobernar porque eran los representantes de Dios en la tierra, no tenían límite y nadie podría cuestionarlos ya que por encima del rey sólo se encontraba Dios y era a éste a quien sólo debía rendir cuentas.

El poder político y económico, antes en mano de los señores feudales, ahora era ejercida por el monarca. El Rey recibía el poder directamente de Dios y por lo tanto el derecho divino de gobernar.

Un ejemplo de monarquía absoluta, la encontramos en el Rey Luis XIV de Francia, llamado «El Rey Sol». Éste como buen rey absolutista, impartía la justicia y su palabra tenía carácter de ley. Nadie discutía su poder derivado de Dios, en una monarquía absolutista. El Rey por mandamiento divino, ejecutaba la voluntad de Dios y por lo tanto era incuestionable.  Luis XIV  reinó con la máxima de «el Estado soy yo«.

Los límites de la autoridad real: el modelo inglés

El modelo inglés que ha limitado a lo largo de la historia el poder de los reyes se basa en el Parlamento.

La monarquía en la época medieval dependía directamente tanto del clero como de la nobleza para hacer cumplir las leyes, lo que obligaba a la corona a tenerse que entender con estos estamentos. Los primeros Consejos fueron formados por nobleza y clero, éstos tenían como función asesorar y acordar con los reyes, los asuntos importantes para el reino.

Estos Consejos iniciales fueron evolucionando hasta convertirse en Parlamentos. Término que comenzó a utilizarse en el siglo XIII. El Parlamento era convocado por los reyes, en especial cuando éstos necesitaban. Con la aparición de la Carta Magna, ésta permitía gobernar al Parlamento en los periodos en los que no hubiera monarcas, si estos no habían alcanzado la mayoría de edad, un poder que hasta entonces no habían tenido y que ya no abandonaría.

La Carta Magna, en un intento de conciliación entre el rey los barones, prometía proteger los derechos de la iglesia y la protección de los barones en caso de sufrir una detención ilegal, ponía límites a las tarifas feudales que se le entregaba a la corona y el acceso a la justicia inmediata.

Aunque no podemos hablar del Parlamento como una verdadera institución hasta 1327, cuando el Parlamento ordena la deposición de Eduardo II y la posterior proclamación del nuevo rey Eduardo III.

En 1341, se dividen el Parlamento en dos cámaras: Cámara Alta representada por los nobles y el clero y la Cámara Baja, representada por los Señores y burguesía. No sería hasta 1544 cuando se les asignaría el nombre de Cámara de los Lores y Los Comunes.

Durante el reinado de la dinastía Tudor, se estableció que los monarcas eran los que debían convocar y cerrar el Parlamento, este era un privilegio que los reyes supieron aprovechar en su beneficio. Las leyes debían aprobarse por mayoría de ambas cámaras, pero la desigualdad entre éstas era notable. El voto en la Cámara de los Comunes era tan sólo un  3% de la población masculina, mientras que la Cámara de los Lores estaba representada por la totalidad de la nobleza y clero. De esta manera, con el voto de la Cámara Alta, las iniciativas reales salían adelante.

El Rey Carlos I, había abusado de este privilegio en demasiadas ocasiones, cuando no le era favorable, el rey clausuraba el Parlamento y gobernaba según sus intereses.

Como esto se sucedía muy frecuentemente, los miembros de la Cámara de los Comunes en 1628 enviaron una Petición de Derechos, donde se le exigía garantías para los ciudadanos que ellos representaban e incluso para sus propios representantes. Carlos I accedió a esta petición para unos días después disolver de nuevo el parlamento, dejando a Inglaterra 11 años si cámaras.

Los calvinistas escoceses se había sublevado y el rey necesitaba dinero para combatirlos, por lo que después de este largo periodo de inactividad, el Rey se vio obligado a convocar al parlamento. Los parlamentarios hartos de los caprichos reales, en su primer día de sesión, tomaron un acuerdo. Nadie podía abrir y cerrar el Parlamento que había sido elegido por el pueblo y para el pueblo, acordando que sería la misma Cámara la que decidiera la clausura de sus sesiones.

Los desacuerdos entre la corona y el Parlamento, nace cuando el Parlamento juzgo y sentenció a muerte al Conde de Strawfford y al propio Arzobispo de Canterbury, ambos eran consejeros del rey y señalados como responsables del absolutismo con el que reinaba Carlos I.  Obligado, el monarca tuvo que firmar sendas penas de muerte, un hecho que nunca perdonaría y le llevaría a ponerse al frente de los nobles, todos ellos monárquicos y desafiar al Parlamento.

En 1648 tras las revueltas de los Católicos Irlandeses, Carlos I mandó a su ejército afín a sofocar las revueltas, esto supuso un enfrentamiento con los afines a la causa y pronto se convirtió en un enfrentamiento de ambas cámaras, ganando los representantes del pueblo llamados Parlamentarios. Éstos contaban con un buen ejército de hombres muy disciplinados al mando de Cromwell.

Las tropas del Rey fueron derrotadas y éste se vio obligado a refugiarse en Escocia, pero Escocia acababa de sufrir la persecución de los calvinistas, un hecho que le recordaron cuando apresaron a el Rey Carlos I, vendiéndolo a los Parlamentarios.

El rey fue enjuiciado por una comisión de diputados y condenado a muerte por atentar contra la soberanía del pueblo, haciendo la guerra contra el propio Parlamento. En 1649, Carlos I fue ajusticiado públicamente.

Con el Rey muerto, el jefe del batallón Parlamentario estableció una nueva forma de gobierno a la que llamó Protectorado, se hizo nombrar Lord protector de Inglaterra y dictó un decreto en el que se proclamaba la República Inglesa.

En su mandato, luchó contra Irlanda por sublevarse frente a la República, expropió a los Irlandeses de sus propiedades, luchó contra los escoceses también por su oposición a la República ya que éstos habían nombrado nuevo rey a Carlos II, hijo del anterior monarca. La lucha contra Escocia fue muy sangrienta, dando como claro vencedor a Cromwell, desde entonce Escocia sufriría un gobierno de terror.

Disolvió el Parlamento, apresó a los parlamentarios no afines y creo su propia dictadura. A lo largo del mandato de Cromwell hubo muchos intentos de asesinato, pero todos terminaron ajusticiados. Finalmente en 1658, murió de fiebres y poco después estalló una revolución capitaneada por el General Monck, éste suprimió la República y restauró de nuevo la monarquía.

El nuevo monarca fue Carlos II, éste mejoró la relación entre corona y Parlamento. Aparecen los primeros partidos políticos, los liberales y conservadores. Un rey que apostó por las artes y las ciencias, antipuritano, en su lecho de muerte abrazó el Catolicismo.  Se puede decir que a partir de Carlos II, la Corona británica es una institución monárquica de tipo constitucional, siendo el rey el Jefe del Estado.

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