El 11 de noviembre de 1918 fue el último día de la Primera Guerra Mundial, y fue desde entonces popularmente conocido como el Día del Armisticio. A pesar de que el 11 de noviembre de 1918 fue el último día de la guerra, la realidad es que aún en muchas partes del mundo, sobre todo en lo que respecta al frente occidental, la lucha continuó con normalidad. Esto significaba, por tanto, que aún días más tarde se continuaban contabilizando bajas, incluso a pesar de que ya los ciudadanos de París, Londres o Nueva York empezaban a celebrar el final de los combates.
Después de tres días de intensísimas negociaciones en una vía ferroviaria a las afueras de Compiégne, la delegación alemana recibió la orden de su gobierno en Berlín de firmar los términos puestos sobre la mesa por los aliados. Una decisión que fue especialmente motivada por la agitación social que, en las últimas semanas, estaba teniendo lugar en las calles de Berlín, como consecuencia de la escasez crónica de alimentos causada por parte del bloqueo naval británico.
Por lo tanto, finalmente, la delegación alemana dirigida por Matthias Erzberger firmó los términos del Armisticio. Eran las 5.10 horas del 11 de noviembre de 1918. Sin embargo, el alto el fuego real no comenzaría hasta las 11.00 horas, ya que era el tiempo necesario para permitir que la información del final de la Guerra llegara a la mayor parte del Frente Occidental. No obstante, la tecnología que por aquel entonces ya existía permitió que a las 5.40 horas las primeras noticias llegaran a las capitales de muchos países, comenzando las celebraciones. De hecho, las celebraciones por parte de muchos ciudadanos empezaron antes incluso de que muchos soldados lo supieran.
Y, particularmente, se sabe que los estadounidenses sufrieron un gran número de bajas el último día de la guerra. ¿Por qué? Muchos historiadores señalan al general John Pershing como uno de los principales culpables, quien seguía defendiendo que los alemanes tenían que ser derrotados de forma severa a nivel militar para que, efectivamente, “aprendieran una lección”.
Así, el propio Pershing vio los términos del Armisticio como bastante “suaves” para los alemanes, y apoyó a aquellos comandantes que querían ser proactivos en el ataque a las diferentes posiciones alemanas, a pesar de que ya se había firmado el final de la Guerra.
En particular, los americanos sufrieron un buen número de bajas al intentar cruzar el río Meuse, contabilizando más de 1.100 bajas. De hecho, si hubieran esperado a las 11.00 horas, podrían haberlo cruzado sin apenas obstáculos ni bajas.
Por otro lado, la 89ª División de los Estados Unidos recibió la orden de atacar y tomar la ciudad de Stenay durante la mañana del 11 de noviembre. El resultado: aunque se convirtió en la última ciudad capturada en el frente occidental, lo fue a un coste de 300 bajas.
La información sobre las bajas alemanas, sin embargo, tiende a ser algo más difícil de determinar. Aunque se sabe que la última víctima alemana de la Primera Guerra Mundial fue un suboficial llamado Tomas, quién se acercó a algunos estadounidenses con el fin de trasmitirles que la guerra había terminado, y que podían quedarse con la casa que tanto él como sus hombres estaban desocupando. Sin embargo, aún nadie había advertido de ello a los americanos, debido a un fallo en las comunicaciones, y Tomas recibió un disparo que acabó con su vida.
En definitiva, oficialmente, más de 11.000 hombres fueron asesinados, heridos o desaparecieron el 11 de noviembre de 1918. De hecho, solo los estadounidenses sufrieron más de 3.000 bajas. Y cuando estas pérdidas humanas se hicieron públicas, tal fue la ira de los ciudadanos que el Congreso de los Estados Unidos de América se vio obligado a celebrar una audiencia sobre el asunto. De tal forma que, en noviembre de 1919, el propio Pershing se enfrentó a un Comité de Asuntos Militares de la Cámara de Representantes, el cual examinó si los comandantes superiores del ejército habían actuado en consecuencia en los últimos días de la guerra.
No obstante, y como ocurre en la mayoría de las ocasiones, nadie fue acusado de negligencia. Es más, Pershing no se disculpó, convencido de que los alemanes habían salido a la ligera de la guerra en los términos en los que se había redactado el Armisticio.