Del soberano franco coronado en el año 800 al majestuoso emperador de la barba florida, hay un paso que fue rápidamente franqueado en la imaginación medieval.
¿Puede el historiador moderno alcanzar una realidad más segura que el retrato de Carlos adulado por los historiadores cortesanos y los relatos legendarios?
Rey Carlos el Grande (Wikimedia Commons)
Las fuentes históricas son relativamente numerosas, pero todas favorables al carolingio. Y la leyenda, más aún que la historia, daría a Carlomagno una dimensión épica.
Intentemos mencionar algunos hechos seguros sobre lo que fue la vida de Carlos el Grande, Carolus Magnus, Carlomagno, el primer emperador romano europeo de la Edad Media.
Cuando su padre, el rey Pipino el Breve, murió en 768, la curso del reino franco se hallaba en buen camino. A Carlos le correspondería la tarea de terminarla.
Las primeras intervenciones de Carlomagno en la guerra fueron todavía simples demostraciones militares, casi tan poco eficaces como las que había realizado Pipino. Pero a partir de 778, los sajones, que habían encontrado un jefe en la persona de Widuking, se convirtieron en una amenaza real.
Durante tres años seguidos Carlomagno se enfrentó con los sajones, y en 785, Widuking hubo de capitular y prestar juramento de fidelidad y convertirse al cristianismo, junto con todos sus seguidores en Sajonia.
Una prudente política de conversión, inspirada en la experiencia sajona, atrajo poco a poco a los ávaros del norte a la región cristiana, quienes acabaron por ponerse bajo la protección y vasallaje de Carlomagno.
Los sarracenos, provenientes del sur de los Pirineos, fueron contenidos poco a poco en la zona comprendida entre la montaña y el Ebro. No lejos se formó la marca hispánica, que englobaba toda Cataluña, con Barcelona como capital, y cubría el reino franco hacia el sur.
En 773, Carlomagno emprendió una campaña que comenzó en la primavera con la intención de abatir definitivamente el poderío lombardo, al norte de Italia. El rey y el ejército franco permanecieron un año entero en país enemigo, lo cual permitió obtener finalmente la rendición de Pavía, en junio de 774.
Esta victoria favoreció principalmente a Roma, y al papado, amenazados por la presencia lombarda al norte de sus territorios. Carlomagno reemplazó a los lombardos, pero rápidamente, y a pesar de los acuerdos, se convirtió él mismo una amenaza para Roma y los Estados pontificios.
En estas instancias, el reino franco engloba casi todo el occidente, extendiéndose desde el Canal de la Mancha al Mar Adriático, y desde las orillas del Ebro hasta las del Elba.
El 25 diciembre del año 800, Carlomagno fue coronado emperador de Occidente por el papa León III, en la misma Roma. Recordemos que el último emperador europeo de Roma cayó en 476 (fecha que tradicionalmente marca el inicio de la Edad Media).
Los emperadores se fortalecieron en Oriente, en Constantinopla, pero las cultura y la religión fue alejándose año a año de Occidente, que no era gobernada bajo ningún emperador romano desde entonces.
¿Fue Carlomagno coronado a pesar suyo? Sin ninguna duda, la ceremonia de la coronación fue sugerida por la propaganda de los clérigos y prepara la iniciativa del Papa. Roma estaba otorgando lo único que en ese entonces era capaz de dar: legitimidad. Haciendo esto, el papado se aseguraba la alianza de los francos.
¿Pensó Carlos restaurar un imperio universal al estilo romano, o solamente hacerse con un título honorífico y continuar con la política que había desempeñado hasta el momento?
Es imposible saberlo con seguridad, pero la tradición franca se conservó intacta, lo cual indica que la naturaleza del poder no fue transformada por la ceremonia en la Navidad 800.
Es más: todo sucedió como si Carlos considerase el imperio como una realización momentánea, destinada a desaparecer con su persona. A principios de 806 resolvió su sucesión con un acto que repartía, según las antiguas costumbres de su pueblo, «su imperio o reino» entre sus tres hijos.
Por tanto, el imperio parecía, según frase de Halphen, «una especie de apoteosis» de Carlomagno, una construcción efímera vinculada a la poderosa personalidad de su creador.